LA NOCHE BUENA Y LA VIEJA, SE PARECEN.

Pedro Alfonso González Ojeda

No quise escribir nada desde que el Sr. Presidente Enrique Peña Nieto acabara por promulgar la ley de seguridad interior. Me pasé una tarde leyendo y releyendo sus ambigüedades, las de la ley obviamente y no acabé atando cabos. Pero luego me dije: - Perico y ¿a ti qué más te da, entender o no esa ley?- De inmediato me contesté sin más preámbulo, que tengo razón o por lo menos la tiene mi subconsciente. ¡No importa que tú, simple ciudadano de a pié comprendas el significado de todos esos artículos e incisos complicados e insensatos. La reglamentación está escrita para personas importantes, para politólogos o en su defecto para los Secretarios de la defensa, la marina y quizá para la CNDH o lo que queda de ésta.

Finalmente, les comento que esta noche estamos obligados a pasarla muy bien con nuestras familias o donde nos toque vivir las horas de regocijo. Hay que comer mucho, hasta que el cuerpo lo pida. Las bebidas deben de moderarse si hubiera que manejar, sin embargo la bendición del uber nos deja la posibilidad de emborracharnos hasta el queque o como decía mi abuelo Juan, "hasta las rejas de mi crujía".

Las similitudes entre la noche de hoy y la del día último del año o noche vieja, son que ambas caen el mismo día de la semana, las dos obligan misa para los católicos aficionados o los pro. Yo soy amater pero de todos modos me llevan. Los regalos, invento consumista tienen por desgracia tal arraigo, que obligan a gastar más dinero y de todas formas nadie queda conforme o te queda grande y la mayor parte del tiempo no nos gusta lo que obsequiaron. No se diga en intercambios, hasta parece que te odian, salen los amigos con cada cosita que mejor se hubieran quedado en casa. En fin, debemos de agradecer los obsequios que van con una dedicatoria, regalados por la gente que nos ama, la que nos quiere, la que nos desea en fiero acostón por una noche para velar sus sueños o pasarles la nica.

Otra afinidad con esta del 24 y la del último de año, es el tronadero de cohetes que martiriza a niños y perros, de pasada deja las calles con un verdadero cochinero. Sin embargo, desde que tengo memoria, el disfrute es el mismo. Lo tienes de imberbe insulso que espera que el niño dios llegue y te deje juguetes, que entre paréntesis ninguna obligación tenía y por otro lado el americanizado arribo de Santa Claus por la chimenea de casa se hiciera posible para salir nosotros de la cama a las seis de la mañana y abrir las grandes cajas que entonces Don Felipe, o sea mi apá dejaba al pie del nacimiento. Años después, bastantes diría yo, eres el señor rojo panzón cansado, que anduvo pidiendo posada con algún prestamista para poder cumplir los deseos de los hijos. Sin chimeneas, en las casitas del infonavit donde Santa apenas cabe. El minúsculo espacio insuficiente para la timbona suegra con su timbona hija y los nenes timboncitos. En fin un caos toda la parafernalia navideña.


Volviendo a las similitudes, creo que fueron todas...qué rápido se acabaron. Total que la noche del 31 de diciembre, tiene un encanto especial. Te esfuerzas por saber a dónde se conducirán tus pasos y con quienes despedirás el año. Por lo regular alternas, un fin de año con la familia propia y la política tres años después. Bueno, eso quisiéramos, la realidad es que tu esposa te recordará desde noviembre que iremos a casa de su amá. Para encontrarnos con los cuñados pendencieros y borrachos, con la suegra que a fuerza de insistir, logra que cargues el garrafón del agua sin algún miramiento de los discos de tu columna, solo por la simple satisfacción de verte trabado como un siete y aullando de dolor. Suegro ya no hay, puso tierra de por medio en una navidad pasada, cuando no soportó a la bigotuda vieja y a los engendros de hijos huyendo con una escultural y preciosa chica de veinticinco que a la fecha le tiene feliz y rejuvenecido. ¡Bien por él!



Pasas el resto de la noche en el control de los hermanos de tu mujer y de dos tías igual de beodas que te toman por su cuenta a beso y beso. Amor que sale de alguna grieta en la pared pues de ellas en su juicio no recibes mas que insultos y malos tratos en los días comunes y corrientes y que si a esas vamos, las corrientes son ellas, tu suegra, y las cuñadas a las que cualquiera se ha de referir como las brujas de Estambul.

Sin embargo, si haz tenido la suerte, como yo, de no tener suegros y solo una cuñada tratable, la vida te sonríe. Pasas navidades y fines de año en completa armonía, con sobrinas y nietas que son un dulce, con la ventaja de que te obsequian cosas muy útiles o por lo menos habrán de calentar tu cuerpo en las frías noches del invierno, que por ahora no han sido muchas. 
Meterte a la cama en sábanas de franela, con pijama polar estando a 28°C es un martirio, pero hay que darle gusto a quienes con cariño te hicieron el obsequio, independientemente de que a las cuatro de la mañana, en casi total estado burro, te levantas a poner un poco de hielo en el cuello y meter los pies a una tina de agua helada, para contrarrestar los calores subidos del atuendo nocturno. ¡Ah! pero el pijama, no te la quitas.

Todas estas disertaciones de fin de año, ficción algunas, veraces otras, tienen por objeto olvidar por un momento que no vamos a poder escribir insultos a nuestro antojo, que nos colocan con la ley de seguridad interior una súper mordaza que acaba con la libertad de expresión y fomentará el odio que surja de las fuerzas del orden mexicano. ¡Ni modo!

Un abrazo navideño para todos mis amables y aguantadores lectores, que no pasan de cien. 
Hasta el próximo Blog. 




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