SI LOS PINACATES FUESE CANDIDATOS DEL PRI, TAMBIÉN SERÍAN BONITOS.

Pedro Alfonso González Ojeda

Tuve una tía, que como todos los importantes familiares de mi padre, vivía en el entonces distrito federal. La esperábamos en los andenes de la estación del malogrado ferrocarril. Bajaba la pobre a duras penas del vagón, ayudada por alguno de los personajes clásicos de tren, señor de uniforme azul marino, y perforadora de boletos en mano. La familia, era avisada con anterioridad, de la llegada de la tía Bertha, nadie debía faltar en punto de las cuatro y treinta de la tarde a la estación. Solemne bienvenida con entrenamiento previo de lo que debíamos de decir, para caerle bien a la septuagenaria señora cuyo carácter era de pocas pulgas o sea,  bien González. 
Ya ponía un pié bajo del vagón y el primero que salía a su recibimiento era yo, que en esa, como en otras épocas, fui muy barbero. Llegaba mi voluminosa tía, cargando la maleta de siempre, su viejo y resistente paraguas, vestida de negro total en señal de luto permanente por la muerte del único hijo, médico pediatra del que heredé sin él saberlo, algunos libros de medicina y un manómetro mercurial de edad nunca cuantificada, pero viejo a mas no poder. Corría yo, para llegar a su lado, se emocionaba hasta las lágrimas, cosa que le agradecí toda la vida, pues fue la única persona que ha llorado al verme. Me apodaba "mi ratón". Abrazaba mis escasos cincuenta kilos, con un júbilo y amor, digno de mejores causas. Con mis papás era igualmente efusiva sin provocar sofocos, a mis hermanos por ser mayores no los estrujaba tanto. El apodo de ratón, no me lo puso por creer que me convertiría en político renombrado, me tildó así, por ser desde niño muy observador y dicen los díceres, que por astuto e inteligente, cosa que he puesto en duda en más de una ocasión.

Y es precisamente por la veintiúnica cualidad de observar a la gente, sus conductas y acontecimientos, es que escribir me resulta grato aunque no siempre favorable para algunos. Hoy es el caso. El hegemónico partido en el poder vuelve a la era de los tiranosaurios. Primero, el dedo flamígero del presidente obtuso es levantado al cielo para caer como espada de Damocles encima del ungido, el secretario José Meade Kuribreña. De inmediato se inicia la reproducción de aquellos pasajes de la película que vivimos un sexenio tras otro. Momento de matracas, vítores, pancartas, rotativas vespertinas aceleradas.

Ahí lo tienen, puesto y dispuesto para mostrar a todo el que quiera verlo: mirada condescendiente que desparrama a la gente cercana, saluda con gesto amable a los amigos de la filas de adelante, imprime una sonrisa de complicidad, como diciendo: "ustedes si me merecen", ¡Viva el rey!

Del otro lado de la vida, los partidos del frente amplio y el mismo señor López, trinan del coraje ante el descaro, la hipocresía y el agandalle de Meade y su pinacatiforme partido. El discurso de apertura, suena a extrema hipocresía, pero eso no es raro, así son ellos. El PRI sostiene la hipótesis, de que por ser Meade el candidato, eso los salva de la extrema corrupción e impunidad. Pero para ningún mexicano consciente, pensantre y perspicaz es posible olvidar que ese candidato de priorato, fue el causante de los gasolinazos, salvó a los banqueros de la debacle del 94, metiendo con calzador el Fobaproba que aún estamos pagando con impuestos cada vez más ahorcadores y un sinfín de etcéteras.
Y como exclamaba  Poirot de Ágatha Christie: Cherchez la femme, Busquen a la mujer y ya la encontré, es la Sra. Juana Cuevas Rodríguez de Meade. Artista plástica muy conocida en el medio lúdico de la CDMX. Eso si, la dama nos dijo enfática, que su marido es la mejor opción que pudo escoger Enrique Peña Nieto, que como sabemos, su capacidad intelectual tiene una profunda limitante por lo que no pudo escoger algo mejor, bueno eso no lo dijo Juana, lo digo yo, pero ustedes me entienden.  
El caso, que como buena y amantísima esposa, apoya al señor José - Juana y José, curioso. Y ya saben, las primeras entrevistas que se les hacen a las mujeres que ya creen ser primeras damas, meten sus patotas y hablan con el sentimiento familiar y cursi, sin darse cuenta aún de los venenosos que son...somos los mexicanos.





Para terminar esta participación de hoy, no quiero dejar pasar desapercibida una fotografía de su candidato predilecto, que al caminar por una acera del centro histórico,  resguardado por sus perruchos guardianes, no se molesta en dirigir la mirada a un pequeño que yace en el piso, sobre un pedazo de cartón, aparentemente inconsciente o dormido, no lo sé pero provocador de alguna lástima. Pero vean la foto, es más elocuente que mi choro anti-Meade.

Nos vemos en el próximo Blog.
Saludos.

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