Y LUEGO NO DIGAN QUE NO SE LOS DIJE.

Dr. Pedro A. González Ojeda

Una vez que esta ciudad vuelve a la normalidad, cuando han desaparecido los nubarrones de la corrupta administración anterior y las personas decentes que habitamos el terruño retomamos nuestros respiros aunados a gotas de esperanza y tranquilidad, entonces regreso con la pluma en ristre para plasmar ideas, comentarios y anécdotas del pasado que gustan de leer y a mi, escribir.

No hace mucho, un mes y medio quizá, en animada tertulia de café, me decía un amigo de medianías del siglo XX, con quien en las horas de recreo en los patios del entonces Colegio Minerva situado en V. Carranza setecientos y algo, donde hoy parece haber una tienda de cosas raras...no se emocionen, no es verdolaga, nos dedicábamos a practicar el difícil arte de Cúchares, motivados siempre por la corrida de toros que un domingo antes disfrutamos con nuestros hermanos y padres en la entonces romántica plaza El Paseo. Me decía René, que así se llama este sujeto, que nuestra afición es ciertamente añeja, como lo somos nosotros, pero que a diferencia de la nueva horneada de asistentes a la plaza, saben de toros, lo que yo de biología molecular. Decía pues, que con el suéter atravesado de una manga a la otra con la reglita de 30 cm del juego de geometría, acondicionaba la muleta plantándola a media altura para esperar la embestida de el susodicho bicho, pegando derechazos a diestra y siniestra, ya que el cuasi burel, repetía furioso las acometidas, hasta ser estoqueado virtualmente, con la misma regla. Faenón de aúpa, como decía mi padre en los tendidos de la plaza. Momentos después, me tocaba hacer de toro e invariablemente, era tal mi fiereza, que el pobre René acababa en la enfermería. 

Teníamos solo dos espectadores, un chico apellidado Molina que no he vuelto a ver jamás y una trenzudita pecosa encantadora que fue mi amor del kindergarden y que tampoco he vuelto a ver, pero sé que por ahí circula.

Nacer, crecer y reproducirse manteniendo la afición y aumentando los conocimientos de la fiesta brava cada día, es como decían los filósofos de la antigüedad el plus ultra de nuestra cochina existencia. Lo comento porque ayer domingo, vi por la TV la quinta corrida de la temporada en la Plaza México. Vergüenza ajena, los tendidos desolados, los toritos cariavacados casi novillos y el poco público destellaba villamelonismo. Un torerito español, más histriónico que la Montoya. Sale a hombros cargado por otro personaje igualmente pagado por la empresa para tales fines, con sendas orejas en sus manos (las del toro), en pose para las fotos que irán a periódicos de provincia donde los empresarios antitaurinos le colmarán de dinero y bendiciones. No creo que sea contratado en plazas de a deveras como Aguascalientes o Querétaro.

El público de la CDMX es conocedor. No asiste a carteles mal rematados con toreros en ciernes, poco fogueados en la provincia mexicana o española. Veremos qué pasa con el cartel del miércoles 12 de diciembre. La corrida llamada Guadalupana que siempre ha sido efectivamente publicitada, habrá toreros de renombre. Van a lidiarse toros de varias ganaderías, a ver si no salen con su domingo siete.

Cambiando el tercio, me voy del toro a la política. Estamos estupefactos de lo súper ratas que salieron los Peña Rivera. Vaciaron los Pinos, ni papel de baño dejaron...me contó mi prima Gertrudis que fue de las primeras que entraron al antes recinto de la familia presidencial y es que ella trae infección de vías urinarias y va al pipís cada rato. Al parecer los de la mudanza no supieron que hay un inventario de arte y de otros objetos de ornato que han permanecido en ese sitio durante décadas. Pero no se apuren. Ya pusieron cartas en el asunto los del INHA y hasta el nuevo director del Fondo de Cultura, este muchacho Taibo Segundo, anda buscando las copias del inventario para hacerlo llegar a las instancias que protegen el acervo histórico de los Pinos. Se los va a enviar en un sobre amarillo tamaño oficio, que si no cabe en el buzón de los pinoles, lo tendrán que meter doblado.

Ya para concluir este ejercicio bloguero, recordarán lectores que atisbé por el mismo instrumento de la imaginación, heredado de Nostradamus, que López Obrador ganaría las elecciones y que será un dictador... No digan, que no se los dije. 

Hasta la próxima. Neta.




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